Le dio vida a mis mapas haciendo del globo un relato. Reinventó las coordenadas en su propia geografía y me explicó la astronomía de un deseo fugaz.
Con ella encontré la voz de mi canto en el paso de un baile que no conocía y a las ocho de la tarde, todos los días, apuntaba al horizonte en su quebranto de arrebol.
Pintó en la arena su himno y le hizo un dibujo abstracto. Me dio un norte con su ejemplo y un impulso del que me apropié: unas alas que construir y un prisma por el que ver.
Una vez tuve una brújula que me dio ganas de cre(c)er. Y en la risa que aún no conozco espero verla de nuevo, eterna e inmarcesible.
Como una flor de papel.
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