miércoles, 14 de febrero de 2018

Donde vivo

Donde vivo, en época de fiestas siempre cuelgan banderas de postes y farolas. Son banderas pequeñas atadas a una cuerda, que a su vez se ata en lo alto y va de un extremo a otro de la calle. Cuando acaban las fiestas, se recoge todo. Pero a veces la gente no desata las cuerdas sino que las corta, y el nudo se queda ahí como el pobre nudo amputado que es durante el tiempo que haga falta.

Tampoco es raro que la gente se olvide de recoger sus cosas. En realidad, allí arriba, los nudos no molestan, no lo han hecho en todos estos meses. Las fiestas en mi pueblo son en septiembre. Definitivamente, si siguen ahí a finales de febrero es porque nadie se ha quejado ni tampoco los han echado en falta.

Hoy esos nudos me han recordado a muchas caras.

Porque, no sé tú, pero por mi vida han pasado personas que son un poco como las fiestas de un pueblo. Que son como una calle abarrotada de amigos, familias y parejas; un parque lleno de niños gritando, llorando y riendo; una excusa para salir a ver qué pasa o una noche de fuegos artificiales. Hay personas que son fiesta. Desde que llegan hasta que se van.

Yo he tenido varias en mi vida, pero al final alguien recogió las banderitas, como pasa siempre. Las cortó de cuajo con las prisas. Seguramente fuera yo o alguien igual de desastre. Así que los nudos de aquellas relaciones quedaron prendidos de mis tobillos y muñecas. Tampoco molestan ni hacen falta en otra parte, así que los cargo y ya está. Porque ellos están y ya está.


Son un tanto inconcluyentes.
Invisibles e inestables.
Pero están.

Hoy iba paseando con mi perro cuando vi en una farola el nudo que lleva ahí unos seis meses para que yo lo vea y pueda acordarme de los míos propios, de mis personas-fiesta. Porque estoy segura de que estaba esperando a que pasara por allí con mis cascos y a que sonara una de Coldplay.

"And I will try to fix you"

Se me ocurre que quizá, en esa canción que tanto adoro, Chris Martin estuviera pensando en sus nudos y que él los entienda bastante mejor que yo. Que quizá deba hacerle caso y seguir las luces de vuelta a casa. Sentir el calor en los huesos.

Arreglarlos. O intentarlo.

Y hacer de septiembre un hogar.