domingo, 13 de mayo de 2018

ἀν-ἀρχή

Te supe anarquista antes de tiempo.

Porque justo el día antes de conocerte yo estaba pensando en mis sistemas. En cómo me conforman, en sus orígenes y en lo que ellos habían hecho de mí. Llegué a ciertas conclusiones.

Para empezar, tengo muchos.
Obsoletos, erróneos y anquilosados. Que se han impuesto a mis libertades mientras gritaban a favor de las mismas. Que en ellos han quedado corruptos muchos de mis principios.

Que algo ha salido mal y debería admitirlo, porque las heridas de astilla en mis manos no son casualidad. Y el grito ahogado que traigo en el pecho pide ser canción protesta.

Por eso, cuando apareciste veinticuatro horas más tarde, yo te supe anarquista. Porque sonabas a un solo de guitarra. Al de Franz Ferdinand en Take Me Out la mayoría del tiempo. A veces, a la intro de Sweet Child O'Mine, por la sonrisa.

Desafiabas la apatía de la que yo me sabía dueña. Te quise cerca, como buena melómana.

Y como un ateo jamás podría nombrarte 'milagro', yo preferí llamarte 'revolución'.

Antes, incluso, de oír tus argumentos para poder rebatirlos todos. Para decirte que no se puede, que no se hace, que eso no es así. Y sacarte de quicio en tu propia ideología.

Como si no fuera a alistarme en cualquier guerrilla o hacerme cómplice de tu alzamiento.
Como si no fuera a seguirte a la Bastilla para reivindicar así la irreverencia.
Como si esas ganas tuyas de hacer de este mundo cualquier cosa menos esto que es ahora no me invitaran a quedarme.

Y a vernos arder.

Te supe anarquista porque me supe sistema.
Y yo buscaba empezar de nuevo.
Te supe camino porque me quise a tu lado, codo con codo y puño en mano.
Para registrar en mis libros tus victorias, porque de esas sí entiendo.

Aquí está la primera:

Hoy comienzo, hoy te escribo.

Y yo nunca le he escrito a alguien a quien no quiera.