miércoles, 24 de agosto de 2016

Ella

A ella se le daba bien nadar, porque sabía fluir. No sé si se trataba de una capacidad aprendida o si la poseía de nacimiento, pero su facilidad para fluir era innegable. Podía pasarse horas danzando en su elemento; se habría perdido en las aguas sin dudarlo un segundo si la biología no hubiera sido tan cruel al no darle branquias. Personalmente, creo que ella sabía algo del mar que los demás desconocemos. Su capacidad, como ya dije antes, no era tanto la de nadar sino la de fluir. Se dejaba llevar siempre por la corriente, el viento o la vida, nunca oponía resistencia y por eso pienso que sabía más que el resto. No temía al devenir, tenía plena confianza en el destino y se limitaba a bailar las horas, sin pensarlas, ni contarlas, ni entenderlas.
Ella siempre supo fluir.

sábado, 20 de agosto de 2016

El héroe blanco

  "No hay nada más hermoso que un lienzo en blanco. Ese lienzo puede ser cualquier cosa, alberga en él muchas vidas. No hay nada más hermoso que un lienzo en blanco; un libro en blanco; una pared blanca... son el origen de cualquier cosa."

  La semana pasada había sido su quinto cumpleaños, y el único regalo que su padre pudo darle fueron esas palabras. Era difícil comprenderlas, así que el pequeño había tenido que meditarlas durante días. En primer lugar, no recordaba haber visto nunca nada totalmente en blanco, no conocía la pureza del color del que su padre le hablaba. Todas las paredes con las que él se había topado estaban manchadas de polvo, huellas o sangre. Era difícil adivinar el color original de la paredes que había visto, era imposible imaginarlas en blanco. Tampoco tenía del todo claro qué era un lienzo, pero pudo adivinarlo gracias a otras tantas conversaciones que su padre había tenido con él y con otros hombres. Su padre había sido pintor, eso le había oído decir, usaba pintura y esa cosa llamada lienzo para crear paisajes. El pequeño pensó que había heredado eso de su padre: su conocimiento de los paisajes. En sus cinco años de vida había visto innumerables de ellos, todos muy parecidos, pero al fin y al cabo eran lugares diferentes. Pocas veces permanecían en un mismo paisaje más de unas semanas. Pronto tenían que huir y el pobre niño lloraba en cada partida por no saber pintar en esas cosas llamadas lienzos y, así, poder llevarse un pedazo de algo. Un algo triste, duro, un algo que daría lo que fuera por olvidar pero así al menos no tendría que pasar otra vez por esa sensación de vacío, de abandono... de no pertenecer a nada.
  Lo que no podía adivinar de ninguna forma era el significado de la palabra libro, y no conocerlo le perturbaba enormemente. Soñaba con objetos o situaciones que pudieran ser libros, sueños que se interrumpían siempre por un sonido ensordecedor que era capaz de helarle los huesos y prenderle el alma del temor más puro, de prenderle y dejarle el corazón tan desolado como todos los paisajes de sus memorias. De esta manera, acabó asociando la palabra libro al sonido que hacían las bombas al explotar y a todos los demás sonidos que le siguen: a los gritos, a las armas, a los cuerpos cayendo y a los llantos, aunque él ya no lloraba. Entonces comprendió lo que su padre quería decir con que un libro en blanco era hermoso: se refería a todos esos sonidos vacíos de terror, se refería al silencio.
  En ese momento, se imaginó todas las paredes que había visto en su vida vacías de huellas y escombros, los rostros que le rodeaban vacíos de miedo, los paisajes que le formaban vacíos de dolor, su vida vacía de violencia. Se imaginó de nuevo con su padre y, por primera vez, vio solo a un niño y a su padre de pie frente a un fondo blanco. Ahora, una semana después de su cumpleaños, el niño entendió que había recibido el mejor regalo del mundo: la posibilidad de borrar todo lo que no le dejase dormir por las noches, lo que no le dejase respirar por el día, lo que le hacía temblar a todas horas. Más que cualquier juguete había recibido un súper poder.
  Él no lo sabía a ciencia cierta, pero supuso que una persona de grandes capacidades necesitaba un nombre. Sin embargo, no pudo decidirse, ya que poseía muchos; algunos lo conocían como Aylan; otros como Omran; otros lo conocían como una cifra; o directamente, como un cadáver en Siria, el Líbano, Jordania, Iraq, Turquía o Egipto. Eran demasiadas ideas de sí mismo, así que volvió a la frase de su padre y se nombró  "el héroe blanco" sin saber que este supuesto héroe ya existía y hacía tiempo que lo estaban esperando.