martes, 7 de junio de 2016

Del valor de una palabra.

Durante toda mi vida he tenido un miedo incomprensible a olvidar. Nunca  he tenido problemas de memoria, de hecho diría que poseo una buena capacidad para recordar hechos, fechas e imágenes. Desde que tengo conciencia recolecto objetos en cajas, objetos que pertenecieron a un escenario, un escenario que acogió alguna de mis mejores vivencias. Sin embargo, soy incapaz de recordar palabras.
Sé que me han dicho "te quiero", "te odio", "hola", "adiós" y otras diez mil palabras importantes más pero no soy capaz de recordar ni una sola de ellas teñidas de una voz que no sea la mía. He dicho muchas palabras y esas me resultan más fáciles de recordar porque fueron articuladas con el alma, pero no hay palabras ajenas a mí que sea capaz de retener.
Entre los cien mil objetos de mis cajas no hay una sola sílaba pronunciada, ni un acento, ni un punto ni una coma. No he podido componer la sintaxis de mi vida en ninguna de esas cajas y hoy me he despertado como quien se despierta de un sueño confuso, con muchos perdones agolpados en el pecho, con muchas palabras dolorosas y otras muchas más llenas de ternura y del amor más puro. Las tengo aquí, muy dentro, y no he podido darles dueño ni encontrarles una voz.
Y ahora, ¿de qué me sirve tanta palabra huérfana?